Ayotoxco de Guerrero - Puebla

Poder y Política
Iván Galindo
eivanx@hotmail.com

Viernes 28 de Septiembre de 2012

Me dueles PRI

Para Martha Blanco, y para las tantas y tantos compañeros que quisieran gritar sus pensamientos…

Escribo estas líneas desde el rincón más lejano de la tristeza y la preocupación, desde donde suelen escribirse las cosas importantes. ¿Dónde más iba a ser, si el PRI en Puebla hace ya algún tiempo se acostumbró a refugiarse en estas dos guaridas…?
Según algunas definiciones, la tristeza es el sentimiento que experimentan los seres humanos cuando las expectativas no se ven cumplidas; casi siempre acompañada de la preocupación, una especie de inquietud anticipada por algo que creemos pueda suceder.
Para muchos priistas, el pasado reciente fue lastimoso: vivir en un estado cuasi totalitario, donde las libertades eran discursivas, donde la equidad y la imparcialidad eran letra muerta en nuestros estatutos, y donde la posibilidad de trascender estaba directamente relacionada con la cercanía que se tuviera con el grupo hegemónico del sexenio anterior.
Palabras como: burbuja, imposición, delfín, nepotismo, “precioso”, amiguismo, compadrazgo, sumisión, exclusión, control, manipulación, abusos, excesos, despilfarros, opacidad, y un largo etcétera, se volvieron comunes para referirse a la política que vivía Puebla, la Puebla no de Los Ángeles, sino del marinismo. Incluso términos nobles asociados al apoyo comunitario tales como: Desarrollo Social, “CODESO”, Piso Digno, despensas, Jornadas, etc., se volvieron sinónimos de: candidatura oficial. Mala etapa para el PRI…
Ante tal escenario, la liga terminó por romperse y los ciudadanos nos dieron la espalda. Nada parecía ser peor. Fue en ese momento cuando comenzó la preocupación; una estela de incertidumbre flotaba en el ambiente ante los nuevos retos del Partido, y la manera de enfrentarlos, sin embargo, en medio de ese contexto de derrota e impotencia, se asomaba un dejo de esperanza: si ya habíamos tocado fondo, el único camino posible era para arriba, es decir, solo era posible la recomposición (al menos así parecía).
Lamentablemente no fue así. Tras la derrota, el Partido entró en un estado de shock, en parte por el impacto, y en parte por la confusión de no saber cómo actuar ante nuestra nueva realidad: ser oposición.

Comenzaron entonces los primeros discursos: “Seremos una oposición responsable…” “No seremos piedra de tropiezo para nadie…” “No seremos un obstáculo para el desarrollo…” “Apoyaremos al gobernador para que le vaya bien a Puebla…”
Han pasado más de dos años desde aquél descalabro que alteró el statu quo priista, y la lógica indicaría que ha sido tiempo suficiente para adaptarnos a nuestra nueva condición (de hecho dicen que el éxito radica en la capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias), sin embargo, creo que la expectativa terminó por rebasarnos, y eso, como diría el clásico, eso duele…
Duele ver a un Partido repudiado por los jóvenes, pero duele más que el propio Partido no tenga interés en sus jóvenes (más allá de los discursos). Duele ver un Partido que se fije metas altas y después las tenga que modificar. Duele que la crisis genere confusión, y la confusión separación, y la separación resentimientos. Duele que se pretenda tapar el sol con un dedo, y que se pretenda guardar silencio con ausencias. Duele que los representantes actúen sin identidad, sin ideología, sin oficio político, y sin guardar las más elementales formas. Duele que ofendan nuestra inteligencia, cuando la realidad es por demás elocuente. Duele ser una oposición que no cuestione, que no critique, y que no proponga. Duele ser una oposición aplaudidora y lisonjera, que se esmera por defender lo indefendible.
El PRI no es eso. El PRI son sus sectores, sus organizaciones, sus jóvenes y mujeres con ideales, su militancia activa, sus simpatizantes que aún creen en él, sus generales de mil batallas que, aún decepcionados, siguen dando la cara con orgullo; el PRI es historia con visión de futuro, con postulados y principios; Por eso me dueles PRI. Me dueles en cada votación, en cada excusa, en cada pretexto, en cada candado, en cada imposición, en cada justificación, en cada simulación. Me dueles –como diría el poeta- y me dueles mucho, encabronadamente me dueles, por eso te escribo, porque prefiero exclamarlo, a quedarme callado jugando el juego de los sordomudos…