Ajoya - Sinaloa

EL BURRO QUE SE LLAMABA CHANGO

Abril 2007


En mis tiempos de infancia (uuuhhh dirán algunos) mediados de los cincuentas, mi padre solía llamar a uno de mis hermanos el "loco campanillero" , cuando éste hacia mucha alharaca o ruido en la casa , ese mote me llamó la atención durante muchos años, Campanillas es un pueblito cerca del lugar donde nacimos, Ajoya, Sinaloa, situados en la serranía del lado sur del Estado,
me imaginaba ese pueblito de Campanillas como un lugar lleno de locos, con gente gritando por todos lados , con vestidos de colores y riéndose a cada rato. Después indagué porqué los trataban de escandalosos y gritones. No me imaginaba que podía existir otro poblado más loco que ese lugar paradisíaco de Ajoya, de cualquier cosa hacíamos fiesta, sobre todo después de las cosechas, de maíz , frijol , calabaza, y del cacahuate que sembraban en la riberas del río en las zonas arenosas y era un gusto arrancarlos fácilmente del suelo con todo y raíces. Era un pueblo fantástico, me llamaba la atención el equilibrio de las señoras al acarrear agua del rio en cubetas se los ponían sobre la cabeza y salían caminando hasta su casa como equilibristas, con la cubeta sobre su cabeza y en los brazos todavía cargaban un niño o una canasta. Me asombraban los muchachos más grandes que podían subirse en zancos y andar alardeando por las calles, o cuando algunos se metían en el interior de las llantas usadas de los carros y les pedían a otros que le dieran vueltas rodando por las calles para sentir el vértigo , pero el colmo de la locura fue un día de San Juan , en que andábamos trotando con los caballos, burros o mulas , lo que hubiera para darle vueltas a la plazuela del poblado, nosotros teníamos un burro que se llamaba "chango", porque era muy payaso , y siempre nos hacía una fiestecita cada vez que lo montábamos, esta vez nos subimos los tres hermanos varones en el lomo del burro y ahí vamos en la bola con todos los jinetes, de repente el burro se empezó a jalar a otro lado , mi hermano el mayor no podía controlarlo por mas esfuerzo que hacía en jalarle la rienda el burro seguía necio en el otro sentido , la causa era otra burrita que andaba de coqueta y que al “chango” le gusto para hacerle la corte, no pudimos con él y en el alboroto apenas nos dimos cuenta cuando ya íbamos los tres hermanos de picada como pilotos que perdieron su cabina , al suelo¡ . Entre tanta polvareda vimos el montón de vaqueros y curiosos que reían por aquella escena del burro haciendo las delicias propias de su instinto y el párroco del lugar arrojándole agua bendita para que se le fuera el demonio y soltara a la burrita que rebuznaba de locura.